El perfeccionismo puede parecer virtud, pero muchas veces nace del miedo a no ser suficiente. Vivir bajo el “debería” genera ansiedad y agotamiento.

Aceptar la imperfección no es rendirse: es reconocer que el valor personal no depende del resultado. Aprender a flexibilizar las expectativas nos libera del control y del juicio constante.

Ejercicio práctico

📖 Elige tres áreas donde te exiges demasiado (trabajo, estudios, orden…).
Para cada una, escribe una versión “suficientemente buena”.
Ejemplo: “Mi casa no tiene que estar perfecta, solo ordenada para sentirme en paz.”

Permítete ser humana. La perfección no te hará libre; la aceptación, sí.